lunes, 25 de noviembre de 2013

INFERENCIAS INMEDIATAS

LÓGICABITÁCORA DE CLASEBitácora número: 26Grupo: ___________ Fecha: ___________ Calificación: _______________Rúbrica del profesor: _____________Alumno: ______________________________________________________________________(Paterno) (Materno) Nombre (s)Temas: 4.2. Inferencias mediatas e inmediatas.a) Conversión simple.b) Conversión por accidente.Objetivos: Que el alumno obtenga la capacidad de distinguir las inferencias mediatas de las inmediatas.Fuentes de consulta: Mateos Nava, Misael, Lógica para inexpertos, Edere, México, 1998, pp. 96-107Séneca, “Libro primero: De la Divina Providencia, Capítulo III”, en Tratados morales: http://www.cayocesarcaligula.com.ar/grecolatinos/seneca/tratados_morales/portada.html Apertura Atiende la el siguiente video sugerido por un compañero de clase:natalia lafourcade  " ella es bonita" http://www.youtube.com/results?search_query=natalia%20lafourcade%20ella%20es%20bonita&sm=1
Identifica el argumento central principal, es decir, los dos juicios más importantes que, al relacionarse entre sí, permitan lainferencia de una conclusión:Identifica el argumento central principal, es decir, los dos juicios más importantes que, al relacionarse entre sí, permitan la inferencia de una conclusión:
Premisa 1:ella es bonitaPremisa 2: yo soy simpáticaConclusión: por lo tanto tu no te decides por ninguna de las dos.
Actividades de aprendizaje Inferir significa obtener, concluir, sacar como consecuencia.inferencia:Inferencia mediata. Es aquella que se obtiene a partir de dos o más proposiciones.Inferencia inmediata. Es aquella que se obtiene a partir de una sola proposición.Algunos tipos de inferencia inmediata son:ConversiónConsiste en el intercambio del sujeto con el predicado, sin que altere el valor de verdad.Conversión simple Consiste en un intercambio de sujeto y predicado y únicamente se realiza en las proposiciones de tipo E y de tipo I.Ejemplos:Ningún batracio es insecto. Por lo tanto, ningún insecto es batracioAlgún estudiante es responsablePor lo tanto, alguien responsable es estudianteConversión por accidenteConsiste en el intercambio de sujeto y predicado, y en el cambio de la cantidad. Se realiza sólo en las proposiciones de tipo E y de tipo A.Ejemplos:Ningún ave es cuadrúpedo.Por lo tanto, algún cuadrúpedo no es ave.Todo argentino es sudamericano.Por lo tanto, algún sudamericano es argentino.
Actividades de cierre de la unidadLee cuidadosamente el texto que aparece a continuación. Subraya los juicios que por su cualidad y cantidad sean de tipo A, E, I.
"DEMIAN " DE HERMAN HESSE CAPITULO 2 "CAIN"
La salvación de mis penalidades vino de una manera totalmente inesperada y fue acompañada al mismo tiempo de algo nuevo que ha estado actuando hasta hoy en mi vida. En nuestro colegio había ingresado hacía poco un nuevo alumno. Era hijo de una viuda rica, que había venido a vivir a nuestra ciudad, y llevaba un brazalete negro en la manga. Iba a una clase superior a la mía y tenía unos años más; pero a mí como a todos, me llamó en seguida la atención. Este alumno tan sorprendente parecía mucho mayor de lo que en realidad era. A nadie le daba la impresión de que fuera un chico. Entre nosotros se movía extraño y maduro, como un hombre, como un señor más bien. No era popular, no participaba en los juegos y menos en las peleas; únicamente su tono seguro y decidido frente a los profesores nos gustaba. Se llamaba Max Demian. Un día, como solía ocurrir en nuestro colegio, instalaron a otra clase en nuestra espaciosa aula, por no sé qué motivos. Esta clase era la de Demian. Nosotros, los pequeños, teníamos Historia Sagrada, y los mayores debían hacer una redacción. Mientras nos explicaban la historia de Caín y Abel, yo miraba de reojo la cara de Demian, que me fascinaba de manera extraña, y observaba aquel rostro seguro, inteligente y claro inclinado sobre su trabajo con atención y carácter. No parecía en absoluto un alumno haciendo sus deberes, sino un investigador dedicado a sus propios problemas. En el fondo no me resultaba simpático; al contrario, sentía algo contra él: me resultaba superior y frío, demasiado seguro de sí mismo. Sus ojos tenían la expresión de los adultos -que nunca gusta a los niños-, un poco triste y con destellos de ironía. Pero yo me sentía obligado a mirarle constantemente, me gustara o no; sin embargo, cuando él me dirigía la mirada, yo apartaba los ojos asustado. Si hoy recuerdo el aspecto que tenía Demian entonces, puedo decir que era diferente de todos los demás en cualquier sentido y que tenía una personalidad muy definida; por eso mismo llamaba la atención, aunque él hacía todo lo posible por pasar inadvertido, comportándose como un príncipe disfrazado que se encuentra entre campesinos y se esfuerza en parecer uno de ellos. Al terminar las clases, salió detrás de mí. Cuando los demás se dispersaron, me alcanzó y saludó. También este saludo resultaba muy adulto y cortés, aunque imitara nuestro tono de colegiales. -¿Vamos un rato juntos? -me preguntó con amabilidad. Me sentí muy halagado y dije que sí. Entonces le expliqué dónde vivía. -¡Ah! ¿Allí? -dijo sonriendo-. Conozco esa casa. Sobre vuestra puerta hay una cosa muy curiosa que me ha interesado desde que la vi. No supe al principio a lo que se refería y me asombró que conociera mi casa mejor que yo. Debía referirse al escudo que campeaba sobre el portón; con el paso del tiempo se había desgastado y había sido pintado varias veces; creo que no tenía nada que ver con nosotros y nuestra familia. -No sé lo que es -dije tímidamente-. Me parece que es un pájaro o algo parecido. Debe de ser muy antiguo. Dicen que la casa perteneció antiguamente a un convento. -Puede ser -asintió él-. Obsérvalo bien; esas cosas suelen ser muy interesantes. Creo que el pájaro es un gavilán. Seguimos adelante, yo muy aturdido. De pronto, Demian se rió, como si se le hubiera ocurrido algo muy divertido. -Hoy he asistido a vuestra clase -dijo-. Sobre la historia de Caín, el que llevaba un estigma en la frente, ¿no? ¿Te gusta? No, pocas veces me gustaba lo que tenía que estudiar. Sin embargo, no me atrevía a decirlo, porque era como si estuviera hablando con una persona mayor. Contesté que la historia me gustaba. Demian me dio unas palmaditas en el hombro.


No necesitas fingir, amigo. Pero esa historia es verdaderamente muy rara, mucho 
más que la mayoría de las que se tratan en clase. El profesor no ha dicho mucho; sólo lo 
habitual sobre Dios y el pecado, y todo eso. Pero yo creo... 
Se interrumpió sonriendo y me pregunto: 
-Oye, ¿pero esto te interesa? Pues yo creo -continuó- que la historia de Caín se puede 
interpretar de manera muy distinta. La mayoría de las cosas que nos enseñan son 
seguramente verdaderas, pero se pueden ver desde otro punto de vista que el de los 
profesores y generalmente se entienden entonces mucho mejor. Por ejemplo, no se 
puede estar satisfecho con la explicación que se nos da de Caín y la señal que lleva en 
su frente. ¿No te parece? Que uno mate a su hermano en una pelea, puede pasar; que 
luego le dé miedo y se arrepienta, también es posible; pero que precisamente por su 
cobardía le recompensen con una distinción que le proteja y que inspire miedo, eso me 
parece muy raro. 
-Sí, es verdad -dije interesado. El asunto empezaba a intrigarme-. ¿Pero cómo vas a 
interpretar si no la historia? 
Me dio una palmada en el hombro. 
-¡Muy sencillo! El estigma fue lo que existió en un principio y en él se basó la historia. 
Hubo un hombre con algo en el rostro que daba miedo a los demás. No se atrevían a 
tocarle; él y sus hijos les impresionaban. Quizás, o seguramente, no se trataba de una 
auténtica señal sobre la frente, de algo como un sello de correos; la vida no suele ser 
tan tosca. Probablemente fuera algo apenas perceptible, inquietante: un poco más de 
inteligencia y audacia en la mirada. Aquel hombre tenía poder, aquel hombre inspiraba 
temor. Llevaba una «señal». Esto podía explicarse como se quisiera; y siempre se 
prefiere lo que resulta cómodo y da razón. Se temía a los hijos de Caín, que llevaban 
una «señal». Esta no se explicaba como lo que era, es decir, como una distinción, sino 
como todo lo contrario. La gente dijo que aquellos tipos con la «señal» eran siniestros; y 
la verdad, lo eran. Los hombres con valor y carácter siempre les han resultado siniestros 
a la gente. Que anduviera suelta una raza de hombres audaces e inquietantes resultaba 
incomodísimo; y les pusieron un sobrenombre y se inventaron una leyenda para 
vengarse de ellos y justificar un poco todo el miedo que les tenían. ¿ Comprendes? 
-Sí, eso quiere decir que Caín no fue malo. Entonces, ¿toda la historia de la Biblia es 
mentira? 
-Sí y no. Estas viejas historias son siempre verdad, pero no siempre han sido 
recogidas y explicadas como debiera ser. Yo pienso que Caín era un gran tipo y que le 
echaron toda esa historia encima sólo porque le tenían miedo. La historia era 
simplemente un bulo que la gente contaba; era verdad sólo lo referente al estigma que 
Cain y sus hijos llevaban y que les hacían diferentes a la demás gente. 
Yo estaba asombrado. 
-¿Y crees que lo del asesinato no fue tampoco verdad? -pregunté emocionado. 
-¡Oh, sí! Seguramente es verdad. El más fuerte mató a uno más débil. Que fuera su 
hermano, eso ya se puede dudar. Además, no importa; a fin de cuentas, todos los 
hombres son hermanos. Así que un fuerte mató a un débil. Quizá fue un acto heroico, 
quizá no lo fue. En todo caso, los débiles tuvieron miedo y empezaron a lamentarse 
mucho. Y cuando les preguntaban: «¿Por qué no le matáis?», ellos no contestaban, 
«porque somos unos cobardes», sino que decían: «No se puede. Tiene una señal. ¡Dios 
le ha marcado!» Así nació la mentira. Bueno no te entretengo más. ¡Adiós! 
Dobló por la Altgasse y me dejó solo, sorprendido como jamás en toda mi vida. Nada 
más desaparecer, todo lo que me había dicho me pareció increíble. ¡Caín un hombre 
noble y Abel un cobarde! ¡La señal que llevaba Caín en la frente era una distinción! Era 
absurdo, blasfemo e infame. Y Dios, ¿dónde se quedaba? ¿No había aceptado el 
sacrificio de Abel? ¿No quería a Abel? ¡Qué tontería! Y empecé a pensar que Demian me 
había tomado el pelo y quería ponerme en ridículo. ¡Qué chico más inteligente y qué 
bien que hablaba! Pero no, no podía ser. 
De todos modos, nunca había recapacitado tanto sobre una historia, fuera o no de la 
Biblia. Y hacía tiempo que no olvidaba tan por completo a Franz Kromer, durante horas, 
una tarde entera. En casa leí la historia otra vez, tal como estaba en la Biblia. Era breve 
y clara. Resultaba una insensatez buscarle una interpretación especial y misteriosa.


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